martes, 30 de octubre de 2012

Ese pedazo de eternidad


Viajamos y vamos cámara en ristre queriendo inmortalizar el momento. Y es en casa , al regreso, cuando nos damos cuenta que la imagen no refleja, la mayoría de las veces, ese instante. Porque cuando de verdad haces una fotografía a un momento concreto, ese momento no está formado solo de lo que ves, también es lo que sientes. Lo que tú ves y la cámara no.

Hace muchos años, me encontraba en un apartamento en Punta Umbría. Eran los días finales de un veraneo. Había sido un buen verano y escribí lo que sigue.

“No fui yo quien dirigió mis pasos hacía allí. Algo superior, una fuerza oculta, me arrastró; con suavidad, con sutileza. Sin ofrecer resistencia atravesé el umbral del balcón y me senté.

El sol decía adiós, como había hecho, y seguiría haciendo, día tras día. El ocaso transformó los colores, los olores. En pocos minutos se pasó de un azul opaco, oscuro, sin brillo, sin fuerza, sin vida; a un anaranjado pasión, atrevido y descarado.

El mar en calma. Aguardando su momento, ahora el protagonismo no es suyo.



Aquella escena invitaba a la melancolía, empujaba a la nostalgia. Era la historia de siempre: la ida y el regreso; como hace el sol cada día. ¡Recordé tantas cosas! Tantas anécdotas, tantos cafés, tantos silencios rotos. Recordé personas, recordé amigos. Aún no me había ido y ya sentía la ausencia.

No pude resistirlo, cogí mi cámara e inmortalicé el momento. Pero mi fin no era detener el tiempo. El sol, el mar, el cielo por si solos no significan nada. Fotografié recuerdos; pretendí guardar la instantánea de lo que sentía, de lo que recordé durante aquel lapso de tiempo, durante aquel pedazo de eternidad.”

La fotografía no se corresponde con ese momento, pero puedo asegurar que es una imagen muy similar. Y también puedo asegurar que estaría escuchando "Ese amigo del alma" de Lito Vitale.




lunes, 22 de octubre de 2012

Cosas deseadas


En la época en la que aún se escribía con bolígrafo sobre un papel. Cuando porque era porque y no pq; quedamos, quedamos y no kdmos. En la que hablábamos por teléfono, y no por whatsapp. En la que nos tomábamos una cerveza o un café con mucha más frecuencia de lo que lo hacemos ahora. En esa época recibí, inesperadamente, de una compañera de colegio, en un periodo de esos que tenemos todos, y que podríamos denominar los días raros, un breve escrito. Y digo inesperadamente porque aquella persona, ni mucho menos, pertenecía a mi círculo más cercano. 

Y es que, hay veces que en la vida recibimos regalos no esperados de personas  inesperadas. Aún veo a esta compañera, al menos un par de veces al año, en las reuniones de amigos de colegio que todavía realizamos, gracias al afán de unos cuantos. Seguramente ella ni se acuerde de aquello que me entregó, y que yo conservo en un amarillento folio. Algún día se lo recordaré.

Por alguna circunstancia concreta, en alguna situación especial he traspasado ese escrito. Y ahora quiero hacerlo aquí. ¡Qué lo disfrutéis!


“Anda plácidamente entre el ruido y la prisa
y recuerda que paz que puede haber en el silencio.
Vive en buenos términos con todas las personas,
todo lo que puedas, sin rendirte.

Di tu verdad tranquila y claramente,
escucha a los demás, incluso al aburrido y al ignorante,
ellos también tienen su historia.

Evita a las personas ruidosas y agresivas, sin vejaciones al espíritu. Si te comparas con otros puedes volverte vanidoso y amargo porque siempre habrá personas más grandes, y más pequeñas que tú.

Disfruta de tus logros así como de tus planes.
Mantén el interés en tu propia carrera, aunque sea humilde,
es una verdadera posesión en las cambiantes fortunas del tiempo.

Usa la precaución en tus negocios,
porque el mundo está lleno de trampas,
pero no por eso te niegues a la virtud que pueda existir.
Mucha gente lucha por altos ideales
y en todas partes la vida está llena de heroísmo.

¡Sé tú mismo!, especialmente no finjas afectos
tampoco seas cínico respecto del amor
porque frente a toda aridez y desencanto
el amor es perenne como la hierba.

Recoge mansamente el consejo de los años,
renunciando graciosamente a las cosas de juventud.
Nutre tu fuerza espiritual para que te proteja en la desgracia repentina
pero no te angusties con fantasías,
muchos temores, nacen de la fatiga y la soledad.

Junto con una sana disciplina, sé amable contigo mismo.
Tú eres una criatura del Universo,
no menos que los árboles y las estrellas;
tú tienes derecho a estar aquí
y te resulte evidente o no,
sin duda el universo se desenvuelve como debe.

Por lo tanto, mantente en paz con Dios,
de cualquier modo que lo concibas
y cualesquiera sean tus trabajos y aspiraciones,
mantén en la ruidosa confusión, paz con tu alma.

Con todas sus farsas y sueños rotos,
este sigue siendo un mundo hermoso.
Ten cuidado... Esfuérzate en ser feliz.” *



*Desiderata, es un poema muy conocido sobre la búsqueda de la felicidad. Su autoría no está clara. Unos dicen que se encontró en la vieja iglesia de Saint Paul en Baltimore en el año 1693, y otros que fue escrito por Max Ehrmann a principios del siglo XX. 



domingo, 14 de octubre de 2012

Recuerdos

La mente y los recuerdos. Los sonidos y los recuerdos. Los olores y los recuerdos. Los sabores y los recuerdos.


Es curiosa la relación unívoca, que va surgiendo a lo largo de nuestra vida, a ciertos sabores, olores o canciones. A buenos y malos momentos. A buenas y malas vivencias. 


Cuando los momentos evocados son buenos, y de repente surge ese olor, esa canción, ese sabor…esbozas una sonrisa, cierras los ojos y te dices : ¡qué bueno! 

En cambio cuando lo recordado no es tan bueno, te evades. Huyes. Intentas, con todas tus fuerzas, no volver jamás a probar esa comida, a escuchar esa canción, a oler ese perfume o esa flor. El recuerdo duele. 

Lo bueno de esto último es que, normalmente, más tarde o más temprano, un día , sin querer, de rondón, vuelves a escuchar esa canción , a probar esa comida, a oler ese perfume o esa flor, y no ha producido ningún efecto en ti. 

Y es entonces, en ese preciso instante, cuando igualmente esbozas una sonrisa, cierras los ojos y dices: ¡qué bueno!