sábado, 29 de junio de 2013

Delirios

Me encontraba en una sala con muchísimas personas, algunas se fundían con las paredes y desaparecían. Al fondo, una gran mesa y tres hadas disfrazadas, a mi no me engañan con su atuendo. La mayor, enfundada en un traje de india con una pluma larguísima de color fucsia en la mano derecha. Sus trenzas interminables salían por la puerta ascendiendo por las escaleras. Otra, de maga Merlín, cuyas barbas se enredaban en una de las trenzas acompañándola en su viaje. Unos minutos antes les había oído discutir por lo bajo; al parecer la maga había escondido la cafetera a la india, y eso, le exasperaba. La tercera, con un vestido rojo de larga cola que cubría la pared tras de si cual telón de teatro, empuñaba una pluma amarilla. En posición de combate,
intimidaba a la india. Por un momento sentí el impulso de levantarme y ofrecerles una pipa de la paz, que sin saber como había llegado hasta allí, descansaba en mi regazo. A la izquierda de la mesa un gran cartel con un frase: “Y usted, ¿de qué se ríe?”. A priori, el cartel no  tranquilizaba, se mascaba la tragedia. Todo apuntaba  que el envite comenzaría en breve, pero los presentes nos manteníamos impasibles, incluidas las tres

gordas desnudas que había visto al entrar. Sin mediar palabra, con un movimiento grácil, la india se levantó y rozó con su pluma el brazo derecho de su adversaria. Ni un segundo después, la pluma amarilla dirigida con maestría por su dueña, tocó una de las trenzas de la india que se tiñó de ese color y como una mecha recorrió la sala perdiéndose en el horizonte. Se miraron desafiantes, cubrí mi rostro con las manos esperando lo peor, en cambio lo que escuché fue una gran carcajada de los asistentes.



Justó ahí me he despertado, resacosa, cansada y con un cóctel de sensaciones indescriptibles en la cabeza. Un libro nuevo ocupa hoy mi mesilla. “Y usted, ¿de qué se ríe?” Edición de Clara Obligado. Prólogo de Ana María Shua. Delirios de Taller.

Estoy muy contenta que el microrrelato que hay a continuación forme parte de este libro tan delirante y divertido (que por cierto se agotó ayer mismo, ¡queremos una reedición, ya!)


                              Tres gordas y un funeral

El gran cartel de “Las tres gracias” de Rubens, junto al rótulo “Solo gente guapa” en su boutique favorita, le provocó una arcada. La barrita energética, habitante solitaria de su estómago, salió despedida con tal fuerza que le rajó el labio inferior y la silicona comenzó a brotar. El movimiento fue tan brusco que no pudo evitar perder el equilibrio sobre los tacones y sus pechos voluptuosos se estamparon contra el escaparate. Ajenas al drama, las tres gracias permanecieron impasibles.


Muchas gracias a Clara y Camila por su generosidad infinita, a Myriam Cea por la sutileza de la portada, a Victoria Siedlecki por su pasión al contar y a Ana María Shua por un prólogo increíble. Fue una tarde/noche mágica.

A nivel más personal, a todos lo que me habéis apoyado en esta aventura de reencontrarme con la escritura. Por vuestro entusiasmo, a veces incluso mayor que el mío, que ha funcionado como vasos comunicantes perfectos. 


domingo, 16 de junio de 2013

Una historia fantástica (o de cuando la realidad supera la ficción)

Andaba detrás de ver “Searching for sugar man” desde principios de año, cuando leí las buenas críticas a lo que se unieron con posterioridad los comentarios de personas que ya la habían visto. Ayer, por fin, se dieron las circunstancias necesarias para ir al cine; que por cierto con el precio que tiene, 9€ en Madrid, no es cuestión de hacer un acto de fe, si te decides tienes que tener claro que merecerá la pena, y así fue. Es una pena que se den los elementos para que no llegue mucho más al público: sólo se puede ver en versión original y es un documental.

No es cuestión que aquí desgrane el hilo argumental, de hecho creo que es mejor ir con la menor información posible; pero sí diré que esta es una historia sobre la esperanza, la humildad, la bondad, la libertad, el poder del cambio, la injusticia, el azar, la sociedad de la información y muchas otras cosas. Un cóctel que difícilmente te deja indiferente, de lo mejorcito que he visto en mucho tiempo.


Mi profesora del taller de escritura, Clara Obligado, cuando nos habla de libros de vez en cuando nos dice: “¿Qué no habéis leído este libro? No se puede salir de casa sin haber leído ese libro. Apuntadlo”. La lista ha ido creciendo y creciendo durante este último año, creo que necesitaría más de una vida para leer todo lo imprescindible. Le voy a tomar prestadas sus palabras y diré lo mismo de esta película, se ha convertido, para mí, en imprescindible. Al igual que lo es "La lista de Schindler" de la que ya hablé en uno de mis primeros post. Tan diferentes, pero a la vez, tan iguales.



domingo, 9 de junio de 2013

La comunidad

No me avergüenza confesar que la única ocasión en la que me relaciono con mis vecinos es en  las reuniones de la comunidad. Cuando abro el buzón y veo la convocatoria, pienso con desgana, ya tenemos “Aquí no hay quien viva”. Y es que estas reuniones son tan largas y pesadas que intento escabullirme, cualquier excusa me parece buena, incluso una cita en la peluquería -cosa que detesto-. Es entonces cuando surge mi Pepito Grillo “vives en comunidad, al menos, debes estar al tanto de los problemas”; porque siempre son problemas, nunca surge una buena noticia del tipo: nos han condonado pagar el recibo de la luz durante un año. Las últimas veces he estado en la duda de ingerir un valium que me adormezca durante las interminables horas o beberme un Red Bull para tener la energía necesaria, transformarme en Beatrix Kiddo y acabar, de una vez por todas, con el vecino pesado que diserta, sin piedad, sobre las luces del garage, el estado de las calderas, los cubos de la basura, el servicio de limpieza, el portero, ...Desde el primer día que me mude a mi casa actual fui consciente que rápido debía decidir entre pasar inadvertida o correr el riesgo de que un día se presentara alguien a pedirme sal, terminara compartiendo mantel y sobremesa, mientras mis planes de media tarde pasan a un segundo plano. Opté por lo primero, aún siendo consciente que puedo perder la oportunidad de conocer a gente interesante y que tener un buen vecino no es poca cosa. Pero sí, soy asocial, en cuanto a relaciones comunitarias se refiere.

Ahora que empieza el verano y con ello la apertura de las piscinas, bonito lugar donde los haya, tengo que elaborar la estrategia del camuflaje. Durante estos años
no he hecho mucho uso de la misma, pero he decidido cambiar, que para algo pago parte de su mantenimiento y lo que es más, soporto horas y horas de debate insufrible sobre horarios de apertura, comienzo de temporada, quitamos el césped natural y ponemos artificial, colocamos sombrillas, cambiamos de empresa de mantenimiento, cuántas horas debe estar el socorrista... La táctica será la misma que he seguido en las contadas ocasiones de veranos anteriores: los auriculares puestos desde casa, gafas de sol y un buen libro. Una pena que lo mío no sean las pamelas, porque me tocaría con una enorme. Si hay alguien , saludo con educación, pero me coloco lo más lejos posible no vaya a ser que pueda surgir una conversación sobre el tiempo que de pie a la sal, comida y sobremesa. Por descontado que tampoco entablo conversación con el/la socorrista, que está trabajando y cualquier distracción en la desolada piscina puede ser fatal.

A estas alturas de lo escrito queda claro que no soporto esas comunidades Melrose Place, en las que todos se conocen y todos se despellejan en la intimidad de sus casas, y a veces, ni eso. Hace tiempo asistí a la siguiente escena. Me encontraba en la piscina de X e Y, con mis auriculares a un volumen moderado, cuando a mi vera se colocaron dos cotorras, a las que solo la experiencia de estar duchas en esas cuitas, permitieron en un abrir y cerrar de ojos, despedazarles. Como lógicamente no me conocían, hablaban con la impunidad que da el no sentirse espiadas. Me hubiese gustado ver la cara que pusieron cuando X e Y bajaron, se acercaron y comenzaron a charlar conmigo con la familiaridad que da el conocimiento de muchos años, pero me dio pudor mirarlas con descaro; en cambio ellas sin el más mínimo, como si tal cosa y con entusiasmo fingido, saludaron y se unieron a la conversación.


La vida misma.



miércoles, 5 de junio de 2013

El surrealismo de Chema Madoz

Se me hace raro que llegando casi al año de existencia de este blog no haya hecho nunca mención explícita a Chema Madoz, siendo uno de mis fotógrafos favoritos. Aunque sí que en mi post sobre  los castellers inserté una de sus fotografías.

Para los que no lo conozcan, Chema Madoz es un fotógrafo español Premio Nacional de Fotografía en el año 2000. Sus trabajos, siempre en blanco y negro, muestran de forma tan peculiar y rompedora un habilidoso juego de imaginación que difícilmente te deja indiferente. A veces la imagen es directa y te golpea; otras, en cambio, debes observarla con detenimiento para terminar preguntándote: ¿qué está queriendo decir? Y es curiosa la interpretación que damos cada uno; es más, es curiosa la interpretación que damos hoy y cuan diferente puede ser la que demos mañana. 

La mayor parte de los objetos utilizados en su obra han sido manipulados artesanalmente por el propio artista, pero recientemente (hace un par de años) ha dado paso a técnicas de procesamiento digital en algunas imágenes, cosa que no afecta ni un ápice a su increíble talento, ya demostrado durante décadas; entre otras cosas porque las fotos de Chema Madoz se reconocen, en cuanto las ves sabes que son suyas. De igual forma que cuando ves una pintura de Dalí sabes que es de Dalí y no de otro, y esto es lo que define a un genio. Sobre este particular declaró ”hasta ahora las imágenes las manipulaba yo solo, pero en esta ocasión he necesitado echar mano de otros porque algunas imágenes se han resuelto con técnicas digitales. Es un trabajo que yo no podía hacer”





Por desgracia, sus exposiciones son escasas, así que cuando las realiza, allá que me lanzo (si tengo posibilidad de ello). Ahora, y hasta el 28 de Julio, expone en La Pedrera. La convergencia de dos de los artistas que más admiro, Gaudí y Madoz, en el mismo espacio no hace más que empujarme, cada vez con más insistencia, a viajar a Barcelona.

Si tenéis la posibilidad de pasaros por allí, no os la perdáis.