Pues eso...que a este
paso, cuando saquemos un billete avión nos van a dar a cada uno de los
pasajeros una pieza, al más puro estilo Ikea, y vamos
a tener que montar entre todo el pasaje el aeroplano. ¿Y si lo
hacemos mal?...Ah! se siente, que para eso ya nos darán
instrucciones, el siguiente paso será no darlas que seguro que se
ahorra un montón de pasta. ¿Y si no hay asientos suficientes? Ah!
se siente también. Aunque esto ya no es tanta ciencia a ficción,
que ya en el año 2009 Ryanair, la compañía de low cost por
excelencia, planteó la posibilidad de viajar en alguno de sus vuelos
de pie. Parece que eso quedó en el olvido, pero seguro que volverá,
como Arnol Schwarzenegger en “Terminator”.
¿Y qué me contáis de
las odiseas que hay que pasar con el famoso equipaje de mano? No
puedes llevar más que un bulto, así que el bolso al trolley, si
es que cabe, que es mucho decir. Y por supuesto que no supere
ni un centímetro las medidas establecidas, que si no va a la bodega,
y encima pagas más que si lo hubieras facturado. A continuación
vendrá la Ley de Murphy, es decir, después de que has conseguido
meter dentro del trolley el maldito bolso, y con las
cremalleras a punto de reventar, te das cuenta de que se te ha
olvidado algo dentro de él, ya sea el carnet de identidad, el
pasaporte, la tarjeta de embarque, el mp3,..no sé, algo seguro que
se te ha olvidado. Así que vuelta a empezar, jurando en hebreo
claro, vuelves a abrir el trolley, abres el bolso, sacas lo
que se te ha olvidado y ...horror!!....ahora cerrarlo es mucho más
complicado que antes, pero finalmente lo consigues. Uff..menos mal!
La siguiente fase es el
“chantaje” en la puerta de embarque. Siempre hay problemas de
exceso de equipaje en cabina, así que se piden voluntarios para que
en vez de viajar con él lo dejes allí para que lo metan en la
bodega; a cambio te dejan ser de los primeros, porque por
descontado que vas sin asiento asignado. Si no eres de los que
empieza a hacer fila en el mostrador, aunque falten tres cuartos de
hora para que supuestamente anuncien el embarque, te lo piensas.
Miras la fila...uff!! un montón de gente, piensas: “Vete a
saber qué asientos quedan cuando entre, no sé cuantos serán, pero
los del medio fijo”. Así que valoras, o un asiento que me
agrade suficientemente, o “no sin mi maleta”. Finalmente, siempre
hay voluntarios, incluso alguna vez yo he sido una de ellas. Y ahí
es cuando recuerdas que no hace más de media hora has metido el
bolso en la maleta, ¡con lo que te ha costado! Así que reviertes el
proceso: abres la maleta, sacas el bolso, cierras la maleta, que
ahora cierra igual de mal que si el bolso siguiera dentro porque con
tanto abrir y cerrar se ha descolado todo; entonces vuelves a
blasfemar por lo bajo, por supuesto.
Dejando a un lado el tono
jocoso de lo anterior, bien es cierto que hay reconocer que cada vez
queremos volar mejor y más cómodos, pero eso sí, más barato. Sí, sí más barato pero a costa de qué. Ahora cualquier vuelo a Europa que supere los ciento cincuenta euros,
casi que parece una barbaridad, y sinceramente a mí me resulta barato.
Lo que ya me cuesta más
entender es cómo es posible que al hacer la selección de asiento
para mi próximo viaje, no precisamente en una compañía de lowcost
no precisamente un vuelo barato (más de mil euros), me pretendan
cobrar nada menos que sesenta euros más si quiero viajar en ventanilla.
Parece que las grandes compañías se han sumado al carro de cobrar
por todo, veremos cuánto tardan en cobrar por la facturación de la
maleta.