Qué bueno y necesario, es de vez en cuando,
parar, inspirar profundamente y expirar poco a poco. De igual forma, qué bueno, y en esta
ocasión más que necesario, es “darse un buen
chapuzón que limpie tanta porquería atrasada”, como ha comentado mi
admirada Maruja Torres en su último artículo en El País Semanal.
Ella escribe sobre lo que nos está cayendo
encima a nivel nacional. Los mercados, la prima de riesgo, la subida del IVA,
los sueldos millonarios de banqueros y consejeros, etc. Pero yo, tomando
prestada la frase, la enfoco de otra manera.
Darse un chapuzón, refrescarse y quitarse de
encima todo lo que nos ha ido bombardeando a lo largo del año, y que va
haciendo que la mochila pese cada vez
más. Lo esperado y lo inesperado, provenga de donde provenga, de los esperados o
de los inesperados, aunque normalmente la porquería
de estos últimos pesa más, mucho más. Pero hay que tener cuidado, ¡qué se trata
de un chapuzón! No vaya a ser que uno se
quiera refrescar tanto, que no lo controle y al final muera ahogado en la porquería.
Darse un chapuzón y salir con energías
renovadas, casi purificado, esperando que esta vez la mochila se llene un poco menos.
Así pues, ¡al agua patos!

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