martes, 23 de abril de 2013

El "micromundo" de Ana María Shua


La semana pasada tuve el acierto de asistir, venciendo la pereza y gracias a la insistencia de mi profesora del taller de escritura, a la lectura-homenaje a Ana María Shua en La Central de Callao. Reconozco que jamás había oído hablar de ella, pero dado que los microrrelatos me apasionan, como ya he comentado en otra entrada de este blog (La palabra exacta), no me lo podía perder.

En el momento que escuché la lectura de “Tarzán”, que transcribo más abajo, quedé prendada y confirmé lo que ya sé, ¡qué difícil es escribir un micro! En una novela puedes permitirte la licencia de incluir algunos párrafos, digamos, sin sustancia; en un micro no solo no puedes incluir una palabra de más, si no que cada palabra tiene que ser la que tiene que ser, y en esto Ana María Shua es una artista.



Tarzán

“Avanzando en las oleadas malignas, las hormigas carnívoras no han dejado más que esqueletos blanqueados a su paso. Horrorizado, Tarzán sostiene en su mano temblorosa la calavera pelada de un primate. ¿Se trata de su amada mona Chita? Condenado al infinitivo, el rey se pregunta ¿ser tú Chita, mi buena amiga mona? ¿La compañera que alegrar mis largos días en esta selva contumaz? ¿Ser o no ser?”

Hoy, aprovechando que es el día del libro y no pudiendo dilatarlo más, me he regalado Cazadores de letras, un compendio de los cuatro libros anteriores: La sueñera, Casa de geishas, Botánica del caos y Temporada de fantasmas, más un grupo de inéditos con el nombre de Fenómenos de circo.

Y ahora, homenajeando a mis últimas semanas de desvelo, os transcribo un par más.

“En la oscuridad confundo un montón de ropa sobre una silla con un animal informe que se apresta a devorarme. Cuando prendo la luz, me tranquiliza, pero ya estoy desvelada. Lamentablemente, ni siquiera puedo leer. Con la camisa celeste clavándome los dientes en el cuello me resulta imposible concentrarme”

“La mesa cruje con una pena tan profunda que se desgarran casi todas sus moléculas. Yo, indiferente. La mesa insiste en dirigirme la palabra. Yo, indiferente. Tímidamente trata de obtener mi atención rozándome con la pata. Yo, indiferente. Esa mesa no tiene la menor decencia, se indigna el sillón de pana. Yo, avergonzada. La cubro enseguidita con un mantel y me vuelvo a la cama”

De vuelta a casa, no he podido evitar empezar a leerlo, pero al final no me ha quedado más remedio que cerrarlo porque eso de reírte más de 5 segundos seguidos tu sola en el metro hace que la gente te mire con desconfianza.



1 comentario:

  1. ¡Leelo rápido y me lo dejas! Hay que compartir los buenos libros y si hay risas mejor que mejor. L

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