La semana pasada tuve el
acierto de asistir, venciendo la pereza y gracias a la insistencia de
mi profesora del taller de escritura, a la lectura-homenaje a Ana
María Shua en La Central de Callao. Reconozco que jamás había oído
hablar de ella, pero dado que los microrrelatos me apasionan, como ya
he comentado en otra entrada de este blog (La palabra exacta), no me lo podía perder.
En el momento que escuché
la lectura de “Tarzán”, que transcribo más abajo, quedé
prendada y confirmé lo que ya sé, ¡qué difícil es escribir un
micro! En una novela puedes permitirte la licencia de incluir
algunos párrafos, digamos, sin sustancia; en un micro no solo
no puedes incluir una palabra de más, si no que cada palabra tiene
que ser la que tiene que ser, y en esto Ana María Shua es una
artista.
Tarzán
“Avanzando en las
oleadas malignas, las hormigas carnívoras no han dejado más que
esqueletos blanqueados a su paso. Horrorizado, Tarzán sostiene en su
mano temblorosa la calavera pelada de un primate. ¿Se trata de su
amada mona Chita? Condenado al infinitivo, el rey se pregunta ¿ser
tú Chita, mi buena amiga mona? ¿La compañera que alegrar mis
largos días en esta selva contumaz? ¿Ser o no ser?”
Hoy,
aprovechando que es el día del libro y no pudiendo dilatarlo más, me he regalado Cazadores de letras, un compendio de los
cuatro libros anteriores: La sueñera, Casa de geishas,
Botánica del caos y Temporada de fantasmas, más un
grupo de inéditos con el nombre de Fenómenos de circo.
Y ahora, homenajeando a
mis últimas semanas de desvelo, os transcribo un par más.
“En la oscuridad
confundo un montón de ropa sobre una silla con un animal informe que
se apresta a devorarme. Cuando prendo la luz, me tranquiliza, pero ya
estoy desvelada. Lamentablemente, ni siquiera puedo leer. Con la
camisa celeste clavándome los dientes en el cuello me resulta
imposible concentrarme”
“La mesa cruje con una
pena tan profunda que se desgarran casi todas sus moléculas. Yo,
indiferente. La mesa insiste en dirigirme la palabra. Yo,
indiferente. Tímidamente trata de obtener mi atención rozándome
con la pata. Yo, indiferente. Esa mesa no tiene la menor decencia, se
indigna el sillón de pana. Yo, avergonzada. La cubro enseguidita con
un mantel y me vuelvo a la cama”
De vuelta a casa, no he
podido evitar empezar a leerlo, pero al final no me ha quedado más
remedio que cerrarlo porque eso de reírte más de 5 segundos
seguidos tu sola en el metro hace que la gente te mire con
desconfianza.
¡Leelo rápido y me lo dejas! Hay que compartir los buenos libros y si hay risas mejor que mejor. L
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