Hace poco “El País
Semanal” publicó un reportaje acerca de los objetos fetiche de
personas conocidas. Ese objeto que salvarías de la quema, en caso
que se produjese un incendio en casa. Esto me dio que pensar. ¿Cuál
indultaría yo? Miré alrededor durante un buen rato, y me preocupé,
no encontré ninguno. ¿Cómo es posible que no hubiera ninguno?
Llegué a la conclusión que si tuviera que elegir, lo haría al
azar, entre esos que tuvieran un valor sentimental especial o que
hubieran viajado desde muy lejos. Pero no sentí que si no pudiera agarrar alguno, me fuera a rasgar las vestiduras. En cambio, sí sentí que lo
vivido, que en definitiva es lo que te evoca esos objetos, perdurará
dentro de mí mientras yo perdure.
Como no encontraba nada,
cambié de perspectiva. ¿Alguna vez había perdido algo realmente
importante o a lo que tuviera un apego especial? Me asaltó el
recuerdo del año pasado cuando en un viaje, mi amiga A. perdió,
contra su voluntad por supuesto, la funda de una cámara a la que
tenía especial cariño y que había comprado en un viaje anterior
(después de un año de ardua búsqueda). Cuando nos percatamos de
la pérdida sé que la fulminé con la mirada, me disgusté; pero
tan solo duró un instante. Luego cuando vimos las fotos del viaje y
aparecía en una mesa, en una silla, en el bolsillo de una
chaqueta,...nos reíamos. Era como el enano de la película “Amelie”, estaba en todas partes.
Recordé también, que
este mismo año, en la víspera de otro viaje, habíamos quedado en
casa de A. para repartir las cosas que teníamos que transportar en
los coches. Por la noche, cuando bajé a la calle a buscar el coche
para hacer efectivo el trasvase, no lo encontraba. Iba pulsando el
mando a distancia y no se iluminaba ninguna luz. Estuve calle arriba,
calle abajo durante un buen rato. Al final llamé a P. que había ido
conmigo, y le espeté: “El coche no está” ; “¿Cómo que no
está?”, escuché al otro lado. “Pues que no está”. A mí en
realidad lo que me preocupaba no era que mi coche hubiera
desaparecido sino el cómo nos íbamos a ir al día siguiente a las 7
de la mañana. Al final apareció; incomprensiblemente, en todas las
idas y venidas me había pasado desapercibido.
Visto lo visto parece que
no tengo ningún afecto por las cosas materiales, lo cual me
tranquiliza bastante porque si algún día me veo en la tesitura de
tener que elegir, lo haré sin dramas.
Esta canción no tiene
nada que ver con lo escrito, la cuelgo porque me encanta
el álbum “Gold” de Noa y es lo que escuchaba mientras escribía
el post.