Acabo de terminar de leer
“Yo, mí, me...contigo” del alemán David Safier. Muy divertido y
recomendable. Anteriormente , en 2009 , publicó en España “Maldito
karma” con bastante éxito de ventas. A decir verdad, yo, ni me
enteré.
Hasta que no he terminado
de leer el libro, no he caído en la cuenta de que ese es el título,
también, de un álbum de Joaquín Sabina que salió a la luz en el
año 1995. Al igual que con el primer libro de Safier, tampoco me
enteré. Esta coincidencia, me ha hecho pensar que mí relación con la
lectura y con el cantante es muy similar.
Este libro es el primero
que leo de seguido desde hace bastante tiempo. Y cuando digo de
seguido, me refiero a que todos los días le he dedicado, al menos,
unos minutos. Mi afición por la lectura siempre ha sido discontinua.
Paso temporadas en las que devoro un libro tras otro, y otras en las
que no leo nada de nada. Eso sí, comprar sigo comprando, aunque no
los lea inmediatamente. Se quedan en la estantería, durmiendo el
sueño de los justos esperando su momento, que al final siempre
llega, aunque no se sabe cuando.
Con Joaquín Sabina
me pasa exactamente lo mismo. Cuando en su día, a mediados de los años ochenta,
empezaba a despuntar y a ser un cantautor de éxito, a mí no me
gustaba en absoluto. Sus canciones me parecían tristes y aburridas. Pasaron años, muchos, hasta que
empecé a apreciar sus canciones, no tanto la música como las
letras. Ahora lo escucho, pero como la lectura, de forma discontinua.
Esta semana actúa, junto
a Joan Manuel Serrat, en el Palacio de los Deportes de Madrid. Así
que como estoy en temporada alta de Joaquín, allá que iré.
(Mientras escribía este
post, me he dado cuenta que el apellido de ambos tiene la misma
cantidad de letras, y para más coincidencia las dos primeras y la
cuarta son las mismas...¡qué cosas!)

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