Como muchos sabréis, esta
semana han otorgado el Premio Nobel de Literatura a Alice Munro,
autora que conocí gracias a Clara Obligado. Como otros
tantos.
Ni mucho menos me
considero una crítica literaria ni pretendo serlo, me queda
muchísimo por aprender y leer; pero os recomiendo sus libros. No os
debéis dejar engañar por su actual aspecto de abuelita adorable.
Sus textos son duros, muchas veces trágicos. Complejos pero a la vez con un lenguaje
sencillo, requieren de una lectura atenta para sacar la esencia, y
eso no es fácil. Aún así, enganchan.
Me he alegrado mucho de
este premio por varias razones.
Primero, porque durante el curso
pasado estudiamos, hablamos y debatimos bastante sobre uno de sus
cuentos: “Dimensiones” que forma parte del libro “Demasiada
felicidad”. Así que Alice Munro para mí era como de la familia.
Segundo, porque, por desgracia, los premios parece que están
reservados al género masculino. En España, no hace falta más que echar un
vistazo a la lista de galardonados con el
Cervantes o el Nacional de Literatura.
Tercero, porque es un premio
al cuento, ese género que algunos pueden definir como de segundo
orden. Por contra, debido a su espacio limitado, tiene que ser
preciso. Debe contar y hacerlo bien, enganchar al lector
desde el principio. ¿Cuántas veces nos encontramos que una novela
no empieza a cobrar interés hasta la página cincuenta o más? Eso sería impensable en un cuento, entre otras cosas porque su longitud total no llegaría a esas cincuenta páginas.
Los cuentistas
están (estamos, con modestia) de enhorabuena.
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