Hoy me he despertado
pensando en los castellers. Siempre me han atraído mucho. No
sé de donde puede provenirme esta vena catalana, teniendo en cuenta
que toda mi familia procede de Madrid o de Cáceres. Pero no solo por
esto. Me encanta la Costa Brava. Me encanta el pan tumaca. Me
encanta Dalí. Me encanta Barcelona, más que Madrid, y esto viniendo
de una madrileña de generaciones es mucho decir. Aún me acuerdo
cuando, no hace tanto, se lo comenté a un amigo, madrileño de
pro....no lo entendía. Ya le respondí, “es así ¿qué
pasa?”...los madrileños somos muy chulos, eso dicen.
Pero volviendo a los
castellers. Admiro esa confianza ciega en el apoyo del otro.
Cómo todos juntos hacen que la figura se sostenga, como la fuerza de
todos hacen un uno, si uno falta el castell se desmorona.
Confianza y unión. El saber que tienes una red que te
sostiene.
Qué bueno es sentir que
uno tiene un grupo de castellers, en los que confías y que
confían, y que si caes, hacen de red para que el dolor de la
caída sea minimizado. Y que cuando te levantas, vuelven a construir
ese castell para que asciendas por él con seguridad renovada,
pero sabiendo que si vuelves a caer, ahí estará esa red.
Qué
bueno es querer y sentirse querido....y qué poco lo decimos.
Como en un puzzle. Una
pieza parece insignificante, pero sin ella el puzzle no tiene
sentido. Todos somos una pieza en algún puzzle, no hay que
olvidarlo.
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