Este año se celebra el
150 aniversario del nacimiento de Gustav Klimt y, para conmemorar
dicha fecha, Viena se viste de gala organizando distintas
exposiciones, conciertos y actividades relacionadas con el artista.
Estuve en Viena hace
bastantes años, y tengo que confesar, aún sabiendo que más de uno
se escandalizará, que no me gustó nada de nada. Todo es tan blanco,
tan perfecto, tan limpio, tan en su sitio, tan empalagoso..como lo
son las empalagosas tartas nupciales. Todo tan Sissi Emperatriz.
Demasiado para mí.
Ahora bien, queda
indultado de lo anterior el Palacio de Belvedere, no por el
palacio en sí mismo, que al fin y al cabo es como todos los palacios
-deducís que tampoco me gustan los palacios-, sino por el contenido
del mismo. Allí se encuentran algunos de los cuadros más
importantes de Klimt , “El beso” incluido.
Me impactó, me impactó
de verdad. Permanecí muchos minutos contemplando cada detalle. Sí,
sí...lo observé mucho más que cualquier otro que haya visto en mi
vida, y he visto muchos, famosísimos , famosos y no tanto, en muchos
lugares del mundo.
Como él sostiene la
cabeza de ella de forma tan grácil, pero a la vez tan apasionada.
Como ella con su mano izquierda sujeta la de él y como la derecha la
deja caer sobre el cuello, dejándose llevar. ¿Por qué los pies de
la mujer están justo al borde, de lo que parece, un precipicio?
Desde luego ese detalle no es casual; como tampoco lo es que los
dibujos de las ropas del hombre sean rectángulos y los de la mujer
círculos. Para mí todo el conjunto transmite tanta dulzura, tanta
pasión, tanto amor.
Viena es el Palacio de
Belvedere. El Palacio de Belvedere es Klimt. Klimt es “El
beso”....y hay besos que bien merecen un fin de semana en Viena.
Habrá que pensarlo.

No hay comentarios:
Publicar un comentario