lunes, 23 de julio de 2012

La vida en la calle


Últimamente cuando cojo el metro para volver a casa, después de trabajar, coincido con un chico joven, más que yo, con el tobillo izquierdo y el brazo derecho vendado y que camina ayudado por una muleta. Los ojos perdidos, mirando al infinito, paseando por el vagón de un lado a otro y repitiendo una letanía entre incomprensible e inaudible. La repite constantemente, todos los días lo mismo, como las antiguas plañideras que lloraban porque era su oficio, él repite su discurso porque se ha convertido en su oficio.

En las grandes ciudades estamos acostumbrados a ver estas escenas muy frecuentemente, y también la mayoría de las veces no hacemos ni caso. Seguimos a lo nuestro, ya sea escuchando música, leyendo un libro, el periódico o simplemente mirando a las musarañas. Muchas veces me pregunto cómo esa persona ha podido llegar a esa situación límite, porque desde luego que por gusto no es, me cuesta creer que lo sea. Me gustaría saber cuales han sido los acontecimientos que han acaecido en su vida para encontrarse allí en esas circunstancias, en la indigencia.

Ni que decir tiene que muchos de ellos, hasta un 40%, son enfermos mentales que no están siendo tratados en condiciones y que no cuentan con las ayudas sociales necesarias, y con la crisis actual mucho menos. Por supuesto, que también los hay profesionales, es decir, los que se dedican a pedir porque sacan un dinero sin demasiado esfuerzo, que les permite vivir el día a día; pero sinceramente, no creo que sea un porcentaje muy alto. Así que ¿qué pasa con el 50%, pongamos, restante? ¿cuáles son sus problemas? ¿cómo han llegado a ese extremo? Según reportajes o documentales que se han emitido en televisión o publicado en periódicos, hay personas que duermen en la calle hoy, para los que, hace menos de un año, esa situación era impensable.

Viñeta de "El Roto"

Pero volviendo al chico del vagón. El otro día conseguí entender, mientras pasaba a mi lado para abrir la puerta y pasar al vagón siguiente, lo que decía : “...y bueno ¿qué es lo que me falta ya? que me den el alta de defunción”. Lo que quería decir, obviamente, era el certificado de defunción. Lo dijo para sí mismo, no para que le oyera nadie, y con una desesperación que no me quedó ninguna duda de que no estaba allí “por amor al arte”.


No hay comentarios:

Publicar un comentario